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Así, de inicio, me van a permitir que confiese que me gusta mucho Cataluña y sus maravillosos paisajes, desde el Delta del Ebro a la Costa Brava, y de los Pirineos al Montseny; todo belleza y contrastes. Muchos parajes con gran sensación de paz. De igual manera son muchas las zonas de la península incluyendo a Portugal, que me maravillan y me tienen fascinado. Las distintas regiones francesas con sus particularidades y variedad paisajística nos cautivan en cualquier momento del año. Es un auténtico placer disfrutar de la Provenza en el momento de la floración de la lavanda cuando está lista para ser recolectada. Si hablamos de ciudades, en París podría estar todo un mes gozando del ambiente artístico y acogedor de sus múltiples barrios.

Me fascina también la Toscana italiana, sobre todo en verano que, a pesar del calor asfixiante de mediodía, te permite soñar cuando paseas por aquellas hileras de cipreses que dibujan los caminos que se elevan hasta las colinas. Los lagos italianos son maravillosos, el de Como, el Maggiore, el de Garda y todos sus alrededores.

Me siento también muy cómodo en Austria, en ciudades como Viena, Salzburgo y Graz, entre sus montañas de riachuelos de agua del deshielo en los veranos de Innsbruck y otras zonas alpinas. La majestuosidad de la Selva Negra alemana me engulle y me empequeñece, los canales de Leiden y Amsterdam, en Holanda, me invitan a vivir de otra manera. Y si me invade una nostalgia medieval, tengo el incomparable recurso de visitar Escocia, que me transporta a otros tiempos con la ventaja de deleitarme con el sonido de las gaitas y de saborear un buen whisky.

Lógicamente también me gusta poder disfrutar de determinados países americanos, africanos y asiáticos, como por ejemplo China, con la que me siento muy identificado por haber trabajado y haberla visitado ampliamente. Sin embargo, personalmente, encuentro a Europa tan variada que la disfruto por encima del resto de destinos.